viernes, 27 de diciembre de 2013

1968: PASO LA PRUEBA, SUMO Y SIGO

Nuestra sucursal era una de las grandes de la provincia de Bizkaia. Estábamos 16 empleados fijos y al menos dos volantes más casi con carácter de continuidad. Hasta pocos meses antes, el sótano de nuestra amplísima oficina había mantenido otro departamento central del banco, aunque no sé si parcial o total. Era la Caja de Valores, más conocida en nuestro argot bancario interno como "La Cava". Y a los de ese "sótano" se les consideraba los castigados -como en la cárcel, aquí también existía la celda de castigo-, cuyo trabajo era cortar cupones. El tema del depósito de las acciones físicas, no puede pasar desapercibido en esta "historia", pues en mi larga "cadena perpetua" de más 40 años lo ví pasar de tener la importancia de "la reserva de oro" a desaparecer, probablemente siendo destruído, sustituído por la nueva "escritura" y archivo internáutico.

La policía de un banco era al departamento de Inspección. Yo creo que hasta a ellos mismos les gustaba que les tuviéramos miedo. En sus gestos, nunca existía la sonrisa. En su lenguaje, con el usted por delante, casi siempre venía después una orden con prioridad inmediata y absoluta,. Llegaban sin avisar, procuraban ser desconocidos para la sucursal y dar amplios saltos geográficos  para que no acertáramos las "quinielas" de cuando venían a jodernos. Su paso por las sucursales siempre traía consecuencias. Ellos "fichaban" a la plantilla, pero también  tenían acuñada su "ficha" por la mayoría. Casi dos semanas, dos larguísimas semanas tuvimos al menos a cuatro inspectores. "Al fin marchan los de Inspección. ¡Desde el lunes de la semana pasada no han dejado de darnos la pelmada!" (de mi Diario 22.2.68)
1971: 266 sucursales en España y un Capital Social de poco más de los actuales 20 M. de Euros
 Las horas extraordinarias. Dependiendo de las necesidades de la sucursal y mi propio departamento, me quedaba algunas tardes de cada mes. Las apuntábamos en una libreta especial, casi siempre recortadas a la baja, que nos las firmaba el apoderado, quien previamente las había ordenado o autorizado. No todas las sucursales, ni mucho menos, gozaban de este privilegio. Quizás las cifras y momentos puntuales (empresas importantes de distribución nacional) lo exigían y el banco por poca cosa, lo admitía de manera siempre excepcional. "Hasta las 9 de la noche en el banco, sólo, trabajando" (Diario 12.2.68) Ahora hasta me sorprende lo pronto que ya me dejaban sólo y muy de noche trabajando en aquella enorme sucursal de más de 400 m2 en total de las dos plantas. Tenía 18 años y... casi una hora de tren para volver a dormir a casa y regresar de noche otra vez a las 7 de la mañana.

Los seis meses de prueba. "Mandan el segundo y definitivo informe mío en el Banco. Es francamente MUY BUENO. Ya no hay miedo" (25.5.68) Y al trascribir mis pequeñas agendas a un libro mayor manuscrito a pluma estilográfica en 1998, añado una Nota a pie de página. "Durante los seis primeros meses estábamos a prueba. A veces, pocas veces, un mal informe de la oficina, podía echar a algunos a la calle". Era lo habitual de la época, al menos en nuestro gremio.

Cambio de puesto. Las sucursales eran de alguna manera un pequeño banco. Con departamentos y normalmente empleados estáticos en ellos. No era habitual la visión y práctica actual del empleado polivalente. A demasiados los envejecían en el la misma tarea. Pero conmigo iniciaron muy pronto la rotación. En mayo ya probaron a cambiarme con el de Cuentas Corrientes, que era "un máquina" por su actitud, aptitud, veteranía en el puesto y en el pueblo. Vamos, que se conocía a todos los clientes, sus núneros de cuentas y sus saldos. Daba la cámara (término bancario de entonces de autorizar el cargo en cuenta de las letras) por teléfono  en un santiamén. Y pasaba el amplio movimiento diario de los ingresos y sacas de las cuentas corrientes en unas fichas tamaño folio algo grande en una máquina eléctrica especial Addo X (era lo avanzado de la época, que se trababa, cambiamamos a mano los cartuchos de tinta, desarmábamos y arreglabamos las pequeñas averías nosotros mismos) en un tiempo récord dentro de lo conocido en las sucursales del entorno. Me admiraba verle cómo eran más rápidos sus reflejos y dedos que el tracatreo del portafichas de izquierda a derecha y viceversa de la máquina.

Que te vean espabilado, a veces en principio te crea problemas. Así me pasó. No sé si los de Inspección o quién con algo de visión de futuro, el caso es que me cambiaron a ese puesto, que por cierto éramos los dos que estábamos sólos en el "corner" más lejano de  la oficina. Mis soluciones  y tiempos multiplicaban por cuatro los de Juan Mari (saludos desde aquí) y no podía hacerlo bien, ni siquiera empleando parte de las tardes y sin pedir cobrar horas. Ponía actitud, sí y mucha, pero no bastaba. En dos semanas terminó la prueba y nos volvieron a lo anterior, que ya no estaba Inspección y  los jefes cercanos tampoco querían problemas, sino vivir tranquilos el día a día.

San Carlos, patrón de la Banca. La legislación vigente nos concedía unas doce "medias fiestas" al año, con jornada de trabajo de 9 a 13 h. y para el público de 9 a 12 h. En noviembre celebrábamos San Carlos, aquel "banquero" que llegó a Cardenal y a Santo y que en Viena tiene  dedicada una impresionante iglesia católica. Ese año fuimos toda la plantilla a almorzar a un afamado restaurante de la zona y fuera de nuestra anteiglesia.  "...asiste también el nuevo gerente. Champagne y juerga. Buena chufla. 308 pesetas" 

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