viernes, 21 de noviembre de 2014

SIETE AÑOS EN EL MISMO PUESTO Y LUGAR

Siete años importantes en la encrucijada de mi vida. Por la profesión y la familia. Años ilusionantes, no exentos de ofertas y oportunidades, pero que antepuse la serenidad y la prudencia, la familia antes de la trepada profesional a cualquier precio.


Siete años en una sucursal de pueblo, que me tocó abrir desde la nada y asentarla, con resultados superiores a los que la empresa se objetivó, me exigieron mucha dedicación, desde trasladarme a vivir a él hasta entrar y salir de noche demasiadas jornadas y noches de insomnio. Desde atentados a inundaciones. Zancadillas y ofertas tentadoras. Desde la contabilidad manual hasta el asentamiento en internet.

Siete años, en todo caso, me parecen demasiados en el mismo puesto y lugar para seguir luchando en la brecha con coraje y sensatez. 

En esos siete años he dejado y recibido mucha vida. Nunca me sentí "entre rejas", quizás por mi juventud, creatividad, progresista y conservador según cada circunstancia y momento y porque... cuando estás dentro del bosque no ves la auténtica realidad del mismo.

Del más largo período estático en mi vida profesional, apenas voy a escribir más. Al menos en este momento. Del cóctel de todo lo vivido -la salud y la de mis cercanos, como su apoyo, contribuyó en positivo- lo podría resumir como un período ilusionante. Nada más y nada menos.

lunes, 10 de febrero de 2014

1976: ABRIENDO UNA SUCURSAL NUEVA

Llegaron  pronto nuevas responsabilidades. Abrir una sucursal nueva, no ya partiendo de cero sino de la cercanía y el arraigo de la capital que estaba al lado, supuso una dificultad añadida que ya previamente conocía, a pesar de mi sorpresiva juventud (27 años) cuando fui nombrado por el Consejo como Gerente (hoy más conocido en el argot bancaro como Director) para la misma.

Si en 1975 y principios de 1976, se me preparó, para abril se me lanzó al ruedo. Las obras fueron lentas, demasiado lentas. En el nuevo pueblo no me conocían, claro. Los casi cuatro meses de espera nos tuvieron a los tres de la plantilla en una situación cuando menos rara. Nos dejaron un hueco en la sucursal del pueblo de al lado, donde tampoco ninguno éramos conocidos. No teníamos horario, ni objetivos, sólo esperar a una apertura que se atrasaba y no nos decían por qué. Algo imaginábamos, pero... ni se nos ocurriera decirlo con palabras. Preparábamos listados y algo de material, yo hacía visitas y "labor comercial" en los bares... Y no podíamos hacer mucho más.

Hoy sería una situación inimaginable. Para mí, ambicioso y hombre de acción, aquella espera fue difícil, casi desesperante. Porque era la inacción. Hubo más problemas. Y, los mayores dentro de la propia casa, claro. Nadie quería ni permitía soltar un cliente. En ese campo, podía haber hasta "cuchilladas". Yo sólo "podía" arrebatar los clientes a la competencia.

El 26 de noviembre se inauguró la sucursal con una nutrida representación de nuestra "marca", Director General del País Vasco incluído, más de cien invitados del pueblo con un gran lunch en el que no se escatimó en nada. Estaban casi todas las "fuerzas vivas"  de nombre, es decir los que parecía que tenían dinero e influencia, pero que en esos "circos" muestran más el gorroneo y se cuelan algunos indeseables. ¡Pero ese día eran mis invitados, meticulasemente estudiados para la ocasión! 

Y al día siguiente abrimos a las 8 de la mañana, tras una limpieza de emergencia de los locales, en donde la "juerga" con los más borrachos se estiró hasta más de medianoche. El horario para el público empezaba a las 9, pero no tunvimos cola. Yo me abrí la primera cuenta. Las máquinas de escribir Olivetti Letter 42 y las sumadoras Addo X eran  nuestros más modernos "ordenadores". Había "Servicios" separados para el director y los empleados y en el despacho tenía un timbre manual de sobremesa para llamarles. ¡Eran las "cosas" de la época!

viernes, 31 de enero de 2014

1974 - 1975: AÑOS CRUCIALES, FAMILIAR Y PROFESIONALMENTE

A veces, en una gran empresa, hay previsiones o crónicas cantadas, de las que el protagonista es el último que se entera.

Yo, en 1974, dediqué la mayor preocupación al probable matrimonio y a la formación de una nueva familia con todas las garantías de independencia económica, física y social. Y con todas las obligaciones en que me iba a embarcar. No por ello, dejé de tocar con los pies en el suelo en prepararme para nuevas responsabilidades profesionales. Lo que nunca me consideré es un hombre de chismorreos y menos correveidile y lameculos. Quizás ello me hubiera en principio acelerado la puesta de medallas, no lo sé. Quizás después, también puestos más "altos", sí lo sé, porque ya tuve ofertas, que rechacé porque no entraban en mis principios. Porque tengo principios y me gusta presumir de ellos.  Y estoy seguro que hoy estoy donde he querido estar, con lo que he querido estar y con los que he querido estar. Así de claro.

Tras casarme el 24 de septiembre, nuestro viaje de luna de miel fue nada menos que  de treinta y tres días dando la vuelta a España en nuestro humilde automóvil. Y hasta el 31 de octubre, a mi regreso al banco, ni me había preocupado por mi destino. Al parecer era cantado y hasta lo sabían todos. De hecho el Consejo de Administración del Banco ya me había nombrado apoderado para una sucursal concreta el muy pasado 25 de abril.

Estrenamos nuestro piso matrimonial, totalmente nuevo y amueblado, practicamente el mismo día que me dijeron  "prepara la maleta, que mañana tienes que ir a L... de apoderado".

Y 1975 fue de asentamiento en la nueva sucursal, donde curiosamente había trabajado de interino nueve años antes y compartía mismo local y compañeros que entonces. Junto al río, desde el que veíamos las pantorrillas de las lavanderas, aquel edificio que casi se lo llevan las inundaciones de 1983. Aquí también el director era un hombre de prestigio en el pueblo ya cercano a los 65 años, pero ya muy lejano al nuevo estilo que en nuestra comarca empezada a capitanear el conocido inspector lince y ambicioso de 1967. "No le prives de su aparente autoridad, pero cuéntame lo que no te guste y apórtame tus ideas". El que al principio me dio alas, como a tantos y reconozco que él me descubrió y promocionó rápido, las uso mucho más para volar y subir él y siempre él. Y cuando le convino me las recortó y al final me "tiró" por no plegar del todo a sus conveniencias.
 
Pero de este personaje, que ha dirigido o manipulado -veo difícil emplear la palabra justa y entendible-, catorce años de mi vida profesional en ese banco, volveré a escribir.

Y también en enero de 1975 compré el primer coche nuevo. Y, fruto de  nuestro reciente matrimonio, en julio nació nuestro primer hijo. Y  en septiembre hasta iniciamos la compra de otro piso en L...

.

jueves, 30 de enero de 2014

1972-1974: TRES AÑOS ANODINOS EN EL BANCO DEL PUEBLO



 En octubre de 1972 tenía  23 años y medio y me hervía la sangre por luchar para un futuro mejor, tanto para mí como para los que me rodearan. Pero al volver, acabada la milicia, de Irún al pueblo, al menos bancariamente me tuve que obligar a aguantar en la sucursal. Sólo los avances tecnológicos me fueron motivando y actualizando, cogiéndolos por supuesto mucho antes que el resto de plantilla más vieja de la sucursal,  sobre todo los dos jefes, más preocupados por la corbata y los zapatos lustreados.  Yo lo compensaba con una vida deportiva, activa, viajera y más universal, aprendiendo y dirigiendo.

Y la chispa tiene que saltar para que arranque el motor. Mis diferencias con el apoderado eran evidentes. Mi malestar también, aunque siempre mantuve la compostura y jamás le falté ni cogí un minuto de baja ni de relajo en el trabajo. Pero al trabajar seis en poco más de seis metros cuadrados, se saben hasta los latidos del corazón de cada uno.

En otoño de 1973, sólo un año después de volver de la mili, cuando el director, preocupado por el ambiente, sólo se le ocurrió comentar en la Central mi malestar, empezó mi salvación y el principio de la salida de aquella minúscula cárcel de corbatas. Vino en persona a la sucursal nada menos que el Director de Organización, un joven lince que ya me conoció en una inspección en la sucursal anterior y sabía de mi proyección. Primero habló conmigo en el despacho, cosa insólita para todos entonces. Y sólo me pidió que aguantara unos meses con la máxima colaboración y apariencias y que si así lo hacía pronto me sacaría de aquella “cueva”.  Es más. Me anticipó la bronca que les iba a echar a ambos por su estrechez de miras y tratar de ahogarme.

Así me lo dijo y así lo hizo. Sus caras lo dijeron al salir del despacho. Sus días posteriores, demasiadas bajas incluidas, lo corroboraron. El director consiguió terminar pronto y por edad allí su carrera, porque lo contrario no parecía ni admisible en el pueblo. El apoderado firmó allí su sentencia de “inutilidad”, dejándole en el ostracismo y hasta haciendo director suyo al “botones” que él tanto había maltratado. 
Y en los ocho primeros meses de 1974 empecé a ver las luces de un cambio bancario favorable para mí. Ya me había ganado el total respeto de la pequeña sucursal. Y cumplí lo prometido al Jefe de Organización. Y él también cumplió.  Cursillos, reuniones, aprendizaje en Bilbao y mayores responsabilidades en otra sucursal algo mayor, aunque sólo fuera en agosto, ya me “cantaban” que el cambio estaba muy cercano.

miércoles, 29 de enero de 2014

1970-1971: UN AÑO LARGO DE VACACIONES EN LA MILICIA



El primer año en la nueva pequeña sucursal fue para mí de un buen aprendizaje. De septiembre 1969 a agosto de 1970 tuve la oportunidad de conocer los distintos puestos  y todas las tareas administrativas. Y era muy compatible,  por la ganancia de casi dos horas de tiempo en viajes, con el resto de actividades que tanto en casa  como en el pueblo, no sólo trabajaba sino que hasta lideraba.

La milicia, ese deber de entonces a la patria, rompía a muchos la cadena del trabajo. Y desde luego a casi todos  la de los ingresos dinerarios,  teniendo que limosnear a la familia para gastos. Los de la Banca y Cajas de Ahorros éramos la excepción, unos privilegiados.  Además de mantenernos el mismo lugar en el puesto de trabajo, nos pagaban como mínimo el 60% de todos los emolumentos dinerarios como si estuviéramos en activo. Porque también manteníamos el 100% de las otras mejoras  sociales y prioridad total para meter horas extraordinarias en nuestros permisos largos, eso sí, en la sucursal que nos lo exigieran, así como estábamos obligados a presentarnos a la nuestra de inmediato.  Y si llegábamos a 100 horas mensuales, teníamos el sueldo completo.

Sólo el período de instrucción, el del Campamento en Araca-Vitoria fue normal, ni siquiera duro para mí. Trimestre de otoño-invierno, sin permisos… pero también supe acertar ganándome la confianza del Comandante. En otro libro de mis memorias, bajo el título de Recluta Expres, tengo contadas con detalle todas las experiencias de aquellos trece meses.

Resumiendo la mili,  que el destino en Irún como soldado primero y cabo furriel después, que en el primer momento me sentó como un tiro, me resultó casi como unas vacaciones pagadas para los diez siguientes meses.  Como detalles puntuales en esas fechas, primero murió mi padre, después recuperé a una amiga como novia, a continuación compré mi primer coche –y fui el primero de mi amplia cuadrilla de amigos- y en total sumé más días de permisos que en el cuartel.  Claro que la pequeña sucursal del pueblo me tenía totalmente controlado y no me dejó en ningún momento meter las horas extraordinarias en otras ni en la juerga excesiva. Ganaba más dinero que trabajando, porque los excesos de horas de las cien, las pagaban bien.

martes, 28 de enero de 2014

1969 - CAMBIO DE SUCURSAL


Políticamente iniciamos este año con un "Estado de Excepción" para tres meses a partir del 25 de enero. El dictador suspendía de nuevo sus propias leyes para tenernos aún más aniquilados de libertades, lo que en la práctica los vascos ya llevábamos sufriendo desde su Golpe de Estado de 1936.

En A..., por cuestión de edad, a los nacidos en 1948 nos tocó hacer de "quintos". Era una buena juerga larga y continuada para los primeros meses del año, pero a su vez constituía el aviso de que ya nos acercábamos a la mayoría de edad y con ella a "servir a la patria" con el obligado cumplimiento de la milicia.

Y bancariamente, que es el tema que aquí me toca, hacer y cuadrar el Balance de Caja de Ahorros, el de asignar de manera legal y manual todos los intereses a las Libretas, fui mi mayor responsabilidad y prestigio en la sucursal. Si ya empecé metiendo varias horas extraordinarias, el jueves 23 de enero escribo en mi Diario "Hasta las 9,30 de la noche trabajando: Diferencia en Balance de Caja de Ahorros"

Voy a centrarme en este tema y tratar de explicar de manera entendible la importancia y dificultad a la vez del "cuadre" de este Balance. A las cantidades que los clientes ingresaban o reintegraban en las libretas se les sumaban o quitaban los intereses procedentes, según lo autorizado y/u ordenado por el Banco de España.  Empezaba a producirlos el primer día de la quincena siguiente y se quitaban desde  el último día de la quincena anterior. Los bancos ya se ganaban esos cachos de quincena en concepto de "valoración".

En mi sucursal calculo que podía haber unas 60.000 partidas de dinero movidas al año. Pues había que calcularlas todas, de manera manual, con unas "tablas" de papel  donde ya estaba desarrollada la fórmula del "carrete" o "catarro" (capital por tiempo por rédito y dividido por 365). Y debo decir que para nuestro banco era del máximo prestigio cuadrar el balance al céntimo, pero al céntimo de verdad.

Lo hacíamos semestralmente. Recuerdo que esta vez fui teniendo diferentes diferencias y encontrándolas, que tuve que trabajar muchas tardes, que hasta me vinieron de Organización a ayudarme... Pues, al de meses, nos quedó un céntimo de diferencia, que se resistió todo el tiempo a cuadrar. Y hubo que pedir autorización al "santa santorum" de la casa, a la Administración Central, que al final y de manera absolutamente excepcional, nos autorizó cuadrarlo... por caja! Lo que no recuerdo es si cobré o tuve que poner el citado céntimo.

Otro tema, el más importante de este año, fui mi cambio de sucursal. Lo que primero me pareció un acierto y una suerte, unos meses después se volvió contra mí, aunque al final se hiciera justicia. Yo de chaval, y más por entonces, estaba muy vinculado a mi pueblo. Y mi pueblo era pequeño. Y tenía una sucursal del mismo banco, pero pequeña. Inocentemente solicité desde mi entrada al banco el traslado a ella, por simple cuestión de cercanía y evitar viajes. Entonces no veía mas allá. 

Así lo cuento en mi Diario. "Miércoles 3.09.69. Bancaya.... Agur: Mi último día de trabajo en... Despedida oficial y real de mis compañeros con un sencillo lunch. Me han enseñado mucho. Un recuerdo para toda mi vida"

Lo de menos fue el cambio de puesto. Para empezar caja, el más desagradable de la pequeña oficina, donde ya me defendí sólo  nueve  días después. Aprendía rápido, por lo que después vendría el de Contador, que por entonces era el importante o el del primer empleado de cada sucursal. Lo peor fue tener que aguantar las estrechas miras del director y del apoderado. Eran de pueblo pueblo... y no entendían nada de las proyecciones de la capital, del futuro, del negocio.  Estaban parados en el tiempo y en sus viejas y ya inservibles costumbres.

Y aquí  aprendí al menos dos cosas nuevas. Una, a trabajar en el pequeño pueblo que todos me conocían y sabían de mis  aptitudes como dirigente y atrevido ya en mis viajes  aventureros. Dos, a soportar las pocas luces de mis jefes, anclados en las apariencias de pueblo donde además creían gozar de prestigio por dirigir también otros estamentos populares.


viernes, 27 de diciembre de 2013

1968: PASO LA PRUEBA, SUMO Y SIGO

Nuestra sucursal era una de las grandes de la provincia de Bizkaia. Estábamos 16 empleados fijos y al menos dos volantes más casi con carácter de continuidad. Hasta pocos meses antes, el sótano de nuestra amplísima oficina había mantenido otro departamento central del banco, aunque no sé si parcial o total. Era la Caja de Valores, más conocida en nuestro argot bancario interno como "La Cava". Y a los de ese "sótano" se les consideraba los castigados -como en la cárcel, aquí también existía la celda de castigo-, cuyo trabajo era cortar cupones. El tema del depósito de las acciones físicas, no puede pasar desapercibido en esta "historia", pues en mi larga "cadena perpetua" de más 40 años lo ví pasar de tener la importancia de "la reserva de oro" a desaparecer, probablemente siendo destruído, sustituído por la nueva "escritura" y archivo internáutico.

La policía de un banco era al departamento de Inspección. Yo creo que hasta a ellos mismos les gustaba que les tuviéramos miedo. En sus gestos, nunca existía la sonrisa. En su lenguaje, con el usted por delante, casi siempre venía después una orden con prioridad inmediata y absoluta,. Llegaban sin avisar, procuraban ser desconocidos para la sucursal y dar amplios saltos geográficos  para que no acertáramos las "quinielas" de cuando venían a jodernos. Su paso por las sucursales siempre traía consecuencias. Ellos "fichaban" a la plantilla, pero también  tenían acuñada su "ficha" por la mayoría. Casi dos semanas, dos larguísimas semanas tuvimos al menos a cuatro inspectores. "Al fin marchan los de Inspección. ¡Desde el lunes de la semana pasada no han dejado de darnos la pelmada!" (de mi Diario 22.2.68)
1971: 266 sucursales en España y un Capital Social de poco más de los actuales 20 M. de Euros
 Las horas extraordinarias. Dependiendo de las necesidades de la sucursal y mi propio departamento, me quedaba algunas tardes de cada mes. Las apuntábamos en una libreta especial, casi siempre recortadas a la baja, que nos las firmaba el apoderado, quien previamente las había ordenado o autorizado. No todas las sucursales, ni mucho menos, gozaban de este privilegio. Quizás las cifras y momentos puntuales (empresas importantes de distribución nacional) lo exigían y el banco por poca cosa, lo admitía de manera siempre excepcional. "Hasta las 9 de la noche en el banco, sólo, trabajando" (Diario 12.2.68) Ahora hasta me sorprende lo pronto que ya me dejaban sólo y muy de noche trabajando en aquella enorme sucursal de más de 400 m2 en total de las dos plantas. Tenía 18 años y... casi una hora de tren para volver a dormir a casa y regresar de noche otra vez a las 7 de la mañana.

Los seis meses de prueba. "Mandan el segundo y definitivo informe mío en el Banco. Es francamente MUY BUENO. Ya no hay miedo" (25.5.68) Y al trascribir mis pequeñas agendas a un libro mayor manuscrito a pluma estilográfica en 1998, añado una Nota a pie de página. "Durante los seis primeros meses estábamos a prueba. A veces, pocas veces, un mal informe de la oficina, podía echar a algunos a la calle". Era lo habitual de la época, al menos en nuestro gremio.

Cambio de puesto. Las sucursales eran de alguna manera un pequeño banco. Con departamentos y normalmente empleados estáticos en ellos. No era habitual la visión y práctica actual del empleado polivalente. A demasiados los envejecían en el la misma tarea. Pero conmigo iniciaron muy pronto la rotación. En mayo ya probaron a cambiarme con el de Cuentas Corrientes, que era "un máquina" por su actitud, aptitud, veteranía en el puesto y en el pueblo. Vamos, que se conocía a todos los clientes, sus núneros de cuentas y sus saldos. Daba la cámara (término bancario de entonces de autorizar el cargo en cuenta de las letras) por teléfono  en un santiamén. Y pasaba el amplio movimiento diario de los ingresos y sacas de las cuentas corrientes en unas fichas tamaño folio algo grande en una máquina eléctrica especial Addo X (era lo avanzado de la época, que se trababa, cambiamamos a mano los cartuchos de tinta, desarmábamos y arreglabamos las pequeñas averías nosotros mismos) en un tiempo récord dentro de lo conocido en las sucursales del entorno. Me admiraba verle cómo eran más rápidos sus reflejos y dedos que el tracatreo del portafichas de izquierda a derecha y viceversa de la máquina.

Que te vean espabilado, a veces en principio te crea problemas. Así me pasó. No sé si los de Inspección o quién con algo de visión de futuro, el caso es que me cambiaron a ese puesto, que por cierto éramos los dos que estábamos sólos en el "corner" más lejano de  la oficina. Mis soluciones  y tiempos multiplicaban por cuatro los de Juan Mari (saludos desde aquí) y no podía hacerlo bien, ni siquiera empleando parte de las tardes y sin pedir cobrar horas. Ponía actitud, sí y mucha, pero no bastaba. En dos semanas terminó la prueba y nos volvieron a lo anterior, que ya no estaba Inspección y  los jefes cercanos tampoco querían problemas, sino vivir tranquilos el día a día.

San Carlos, patrón de la Banca. La legislación vigente nos concedía unas doce "medias fiestas" al año, con jornada de trabajo de 9 a 13 h. y para el público de 9 a 12 h. En noviembre celebrábamos San Carlos, aquel "banquero" que llegó a Cardenal y a Santo y que en Viena tiene  dedicada una impresionante iglesia católica. Ese año fuimos toda la plantilla a almorzar a un afamado restaurante de la zona y fuera de nuestra anteiglesia.  "...asiste también el nuevo gerente. Champagne y juerga. Buena chufla. 308 pesetas"