jueves, 26 de diciembre de 2013

1966 - MI PRIMER TRABAJO REMUNERADO Y COTIZANDO

Los estudios complementarios de Contabilidad en la Academia Montiano de Bilbao, empezaban pronto a dar su fruto. Supondo que su información de oposiciones a bancos y oficinas también sirvió. De una de las realizadas me llaman en enero.

Itasa era la abreviatura de Instalación de Tuberías y Aislamientos, S.A. Con oficinas en Bilbao, sus operarios se repartían por los muelles donde se construían barcos.  Tras algún examen y prueba, me llamaron. Y en el crudo invierno, un duro 16 de enero marché de noche y en tren a trabajar. Pero no a Bilbao, sino a la Naval de Sestao. Allí Itasa tenía una pequeña oficina, debajo de una de las dársenas inclinadas donde se construían los barcos.

De 2.333 pesetas de sueldo mensual "oficial", me subieron a redondeo a 2.500 para compensarme los viajes. Salía a las 7 de la mañana de casa  y regresaba a las 10 de la noche. Entre los cuatro trenes que cogía, el acercamiento a ellos y las esperas, tenía casi cuatro horas. Y por la comida, en el bar Rivas, de la misma calle en el barrio Urbínaga, pagaba 18 pesetas. Más de 15 horas diarias de "trabajo", en el que  en viajes y comida me dejaban más de medio sueldo. Pero era la oportunidad de empezar a trabajar de verdad, de aprender a vivir la vida que nos tocaba, incluso de empezar a independizarme tomando decisiones.

Los tuberos y soldadores de Itasa estaban en varios barcos. Junto a mi minúsculo cuartucho oficina, sin ventana ni entrada de luz natural, tenía el material que nesitaban. Yo lo controlaba y repartía,  así como sus pedidos, las horas y lugares donde estaban... Como era habitual que metieran horas extraordinarias, pues yo me tenía que quedar a veces a controlarlas y darles material. Pero eso ya estaba implícito en mi sueldo.

Dos meses y medio en Itasa y en el invierno del Sestao más sucio e industrial, no me permitieron excursiones a conocer otras cosas. Yo, que andaba sin casco por ser un oficinista que apenas salía de su garita, al llegar una mañana me cayó un trapo grasiento de una alta grua. ¿Casual o intencionado? El impacto fue entre la cabeza y el hombro. Me costó horas quitarme la grasa del pelo. La chaqueta ya no me sirvió para más puestas. En marzo se botó el casco del enorme Santa Cruz de Tenerife que yo tenía encima.

Otro exámen-oposición  a un banco, para cubrir una plaza de interino de forma temporal durante la mili de uno de sus empleados fijos, se me presentó en un pueblo a sólo 12 kms. del mío. Me llamaron y no dudé dejar Sestao a final de marzo. En sueldo, horas de trabajo, viajes y más... de momento parecía una elección acertada.

De Auxiliar Administrativo y atendiendo a los clientes desde el primer día. Me acuerdo más de los de Libretas de Ahorros, porque transferencias y cheques se hacían muy de cuando en cuando. Y aquí estuve un poco más de ocho meses. El 10 de diciembre, tras la llegada del empleado al que sustituía, se acabó mi contrato y me despidieron. Pero, vueltas del trabajo y la vida, menos de dos décadas después, le tuve de nuevo como compañero -y yo de su jefe- en esa misma sucursal, a la que llegué como director.

Dos anécdotas para el recuerdo.  Como mi tren llegaba las 7,40 h., pasaba por la vivienda del director
y abría la sucursal y empezaba a hacer algo, como encender la calefacción de carbón. Era un llavero con sólo dos llaves metidas en un aro. La pequeña, la de la puerta de entrada, similar a las actuales. La grande era la de la caja fuerte, tan larga que tenía bisagra en medio para recogerse en dos partes, no cabía en la mano, por lo que tenía que llevarla escondida en el bolsillo más grande de  mis prendas de cada  momento.

Y la otra. La sucursal estaba junto al río. Y al otro lado, los lavaderos públicos del pueblo. Los compañeros me tomaban el pelo y querían sacarme los colores a cuenta de las desnudas pantorillas traseras de las lavanderas, que podíamos ver desde lugar privilegiado. La telefonía era por medio de centralita y "operadoras".Y como una de las telefonistas más habituales era de  mi talla y edad, estaba de buen ver... y me superaba en mundología y empatía, pues me querían liar con ella. ¡Anda, lo que se descojonaron de mí y conmigo en esos meses! Yo estrené los 18 años  con aquellos "maestros".


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